Bajo la ciudad amurallada de Ibiza, se observa cómo ha crecido la ciudad, a un lado del puerto. De todo el conjunto, destaca un área no urbanizada: un montículo cubierto por viejos molinos donde está excavada la necrópolis más importante de Ibiza y Formentera. Un paseo por los enterramientos de varias civilizaciones nos ayuda a comprender la rica y densa historia de esta isla del Mediterráneo.
El municipio más pequeño de Ibiza ostenta la capitalidad de la isla a pesar de sus escasos doce kilómetros cuadrados, la mayoría de ellos apenas unos metros por encima del nivel del mar. Visto con la perspectiva que ofrece el tiempo, es curioso observar cómo dos zonas de Ibiza siempre han estado ocupadas por seres de dos mundos diferentes.

Únicamente hay dos montañas en la ciudad que han estado siempre habitadas: la montaña de los «vivos» y la montaña de los «muertos». La montaña de los «vivos» es el Puig de Vila, aunque es conocida como Dalt Vila. La montaña de los muertos, la que nos ocupa, es el Puig des Molins y nos ha servido para conocer gran parte de nuestro pasado y nuestra historia.

El Puig des Molins es uno de los pocos espacios no urbanizados del municipio, rodeado de una Ibiza de urbanismo impersonal (la Ibiza residencial que ha acogido la emigración desde 1960), la montaña ha sido declarada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. El título no es gratuito: esta ciudad de los muertos es una colina horadada por más de 3.000 tumbas (incluso se habla de que el número podría alcanzar los 5.000) de diversas civilizaciones que han ido dejando su huella en la isla.
Los ibicencos sabían que aquel espacio había sido usado como cementerio y muchos de los hipogeos fueron saqueados en busca de pequeñas joyas. Lamentablemente, no se estableció ningún control, posiblemente por ignorancia de la gran cultura que se encontraba bajo tierra, por lo que muchos hipogeos fueron totalmente destrozados.

Durante muchos años, el Puig des Molins tuvo un uso agrario. Almendros y olivos crecen por toda la ladera, y según se cuenta fueron enterrados aprovechando los huecos de los hipogeos que habían sido saqueados. Al mirar la necrópolis de Puig des Molins, la imaginación vuela al pensar que bajo cada árbol hubo un entierro hace siglos.

El Museo de Puig des Molins alberga la gran mayoría de piezas encontradas en la zona y repasa los diferentes rituales funerarios que se llevaron a cabo en la mayor necrópolis de Ibiza y Formentera.
¿Por qué había un cementerio tan importante en Ibiza?
La gran cantidad y el origen de los hipogeos, tumbas excavadas en la tierra, tiene origen en los pobladores de Ibiza, que vivían en la vecina ciudad de Dalt Vila. Sin embargo, también era habitual que fenicios y cartagineses viajasen a Ibiza para ser enterrados. Gracias a ello, Ibiza se ha convertido en uno de los mejores lugares para estudiar los ritos funerarios de aquellas civilizaciones que pisaron la isla. Vasijas, bustos (entre el que destaca el de la Diosa Tanit), máscaras funerarias, damas y pequeñas joyas y alhajas han sido encontrados en los diferentes hipogeos.

Averiguar el porqué todas esas civilizaciones realizaban viajes tan largos para enterrar a los suyos en Ibiza es entrar en el campo de la leyenda. Según se cuenta, Ibiza era considerada una isla sagrada, ya que en su superficie no se encontraban animales ponzoñosos. No encontramos serpientes ni otros animales venenosos, ni siquiera podríamos decir que existan en la isla animales que puedan ser peligrosos para el ser humano.

Cabe destacar que a partir de 2010, se encontraron en la isla culebras como consecuencia de la importación de olivos y otros árboles ornamentales. Las culebras se fueron extendiendo por la isla rompiendo la leyenda y, de paso, poniendo en peligro a la lagartija (sargantana).
Sin duda, no cabe duda de que Es Puig des Molins es todo un tesoro para la ciudad. Un paseo por su museo y por sus hipogeos es la mejor forma de entender la historia de Ibiza.